12 de jul. 2015

Ojo con la clase turista

  


  La enfermedad tromboembólica venosa (ETV) engloba la trombosis venosa profunda (TVP) y el tromboembolismo pulmonar (TEP). Cuando se produce una TVP, que generalmente ocurre en las extremidades inferiores, puede desprenderse un fragmento de trombo junto con el retorno venoso y provocar un TEP al llegar a la circulación pulmonar, situación que puede ser mortal. De hecho, la ETV representa la tercera causa de mortalidad cardio-vascular en los países desarrollados, por detrás de la cardiopatía isquémica y la enfermedad cerebrovascular. La ETV suele ser una enfermedad multicausal, coincidiendo diversos factores de riesgo en un determinado momento o periodo de la vida. Éstos fueron descritos por primera vez a mediados del siglo XIX por el médico alemán Rudolf Virchow (1821-1902) y son conocidos como la "Tríada de Virchow": lesión de un vaso, lentitud del flujo o estasis sanguínea y estados de hipercoagulabilidad. 
  Estos factores son plenamente válidos hoy en día, aunque, lógicamente se ha ampliado su conocimiento. Así, sabemos que los viajes largos (más de 6-8 horas), tan frecuentes en estas épocas vacacionales, son un factor de riesgo de ETV. Concretamente, en una revisión de diferentes estudios, se estima que los viajes largos en avión tienen un riesgo de TEP de 2.57 por millón de pasajerosOtro estudio realizado en el aeropuerto de Barajas, estimaba un riesgo similar. La lentitud de flujo que ocurre en esta situación provoca que sustancias procoagulantes que circulan por la sangre se acumulen y activen, pudiendo provocar un evento de ETV. Esta inmovilidad es especialmente importante cuando las distancias con el asiento delantero son mínimas, como ocurre actualmente durante los vuelos de avión en la clase turista. El motivo de este riesgo de ETV es que con la inmovilidad del viaje no se contraen los músculos gemelares, que son considerados el "corazón venoso". Mientras que el ventrículo izquierdo del corazón empuja la sangre arterial para repartir el oxígeno por el organismo, no existe una bomba que empuje el retorno venoso de las extremidades inferiores al corazón (para que posteriormente sea empujada desde éste hacia los pulmones para oxigenarse). Es la deambulación, con la contracción de los músculos gemelares, la que contribuye al retorno venoso. Este retorno se ve facilitado por un sistema valvular que tienen las venas de las piernas, que permite que la sangre suba, pero que impiden que baje. 
  Este riesgo de ETV será mayor en aquellos pacientes en los que coexistan otros factores, situación nada infrecuente. El riesgo de sufrir un evento es siempre  mayor en pacientes que ya han sufrido una ETV previa. Otros factores que intensifican el riesgo, serían la obesidad o la toma de anticonceptivos hormonales (los cuales, a pesar de tener también un riesgo absoluto de ETV muy bajo, representan la causa más frecuente de ETV en mujeres en edad fértil). La presencia de varices, que suele conllevar un deterioro del sistema valvular, contribuirá también a una mayor estasis sanguínea.
  A pesar que no está justificado el uso indiscriminado de tromboprofilaxis con  fármacos antes de un viaje largo, existen algunas medidas básicas que pueden reducir este riesgo. Deambular durante el viaje de forma periódica, llevar ropa holgada y estar correctamente hidratado, son unas medidas inocuas y recomendadas. Llevar unos calcetines compresivos podría reducir el acúmulo de sangre en las piernas y contribuir así a reducir el riesgo de ETV. El uso de medidas farmacológicas sólo estaría recomendado para pacientes con un alto riesgo de ETV (básicamente, aquellos que ya han sufrido un evento o aquellos con antecedentes familiares de ETV). En esta situación o ante cualquier duda,  lo recomendable sería consultar con médicos especialistas acostumbrados a tratar pacientes con ETV. Evitar el sedentarismo, especialmente durante viajes largos, reducirá nuestro riesgo de sufrir una ETV y contribuirá así a mejorar nuestro benestar.

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